miércoles, 15 de julio de 2009

No es tan malo caminar

Ahora que escribo desde mi nuevo trabajo, comentare justo lo que me paso hoy, bueno esta historia comienza desde ayer...


Siendo la voz e imagen de mi nuevo jefe, no podía llegar a la oficina en las fachas deportivas en las que siempre ando, y mucho menos cuando me quede dormida el primer día de trabajo (después de un par de semanas de ser desempleada), así que sin tiempo en la mañana de preparar algún cambio de ropa que disimule mi nueva condición de recepcionista de una firma de abogados, sali con tacones en los pedales e inicie a toda prisa mi día.


Llegue a tiempo, si muy a tiempo y mis bellos tacones rosa estaban intactos, ocurrió el resto del día normal, muy amable mi jefe, muy sencillo lo que hago, al final regrese a casa, nuevamente con tacones en los pedales, descubri que en mi ruta de regreso hay un taller de bicicletas.


Feliz por el descubrimiento rodé hasta allá, pregunte por el presupuesto para checarme los frenos, el señor que me miraba de arriba a bajo no podía creer que hubiera alguien que se atreviera a andar en bicicleta con unos tacones de 10 cm de alto, claro la prueba de la locura era yo, mucho menos se lo creía cuando le dije que fui yo misma quien instalo los frenos en mi Golondrina, y que mi duda solo era saber que era ese curioso ruidito que sonaba cada vez que frenaba. Me dijo que se la dejara mañana temprano (osea hoy) y que para el medio día ya estaba lista.


Regrese a casa y le conté a mi papá de mis planes... mas tarde cuando volví por Golondrina para que fuéramos a la tienda, ella no estaba en su lugar, y fue una sensacion muy extraña ver ese espacio vació, pues si estoy yo esta ella y si ella no esta, es que no estoy yo, pero ahora yo estaba y ella no, me sentí vacía y preocupada.


Poco después llego mi papá con un fierrito en las manos, se había llevado a Golondrina para "arreglarla" y así ahorrarse unos pesos, pero lo que hizo fue romperle los frenos traseros cuando intentaba apretarlos y sin frenos es algo suicida andar por la ciudad.


Me ofrecía a cambio su bicicleta, se trata de un precioso modelo de mas de cincuenta años, regalo hecho por mi abuelo a su hijo al terminar la secundaria, su garantía de compra aun se encuentra guardada entre los documentos importantes de mi viejo; sin lugar a dudas me negué, tuve que rechazar ese bólido rojo, no por antiguo sino por valioso, que seria de mi si algo llegara a pasarle.
Así que resignadamente el día de hoy me dedique a caminar.

Regresaba caminando mientras veía con envidia a un par de ciclistas atravesar las congestionadas calles cuando derrepende sentí como algo saltaba de emoción en mi pecho. Frente a mi, cruzando la calle, venia caminando El, aquel por cuyo nombre yo daría el mio, aquel cuya presencia hace que se me olviden todas las luchas y revoluciones pendientes, aquel cuya sonrisa me hacen retomar todas las peleas y revoluciones con aun mas fuerza y fiereza que antes.


El mismo que es casi tan distraido como yo o mas, que simplemente dio la vuelta y entro al banco que estaba cruzando la calle, tal vez solo tal vez, si yo no me hubiera detenido a mitad de la calle como cualquier tonta, tal vez habría podido, distraidamente chocar con el.


El ruido de los autos me despertó de mi ensoñación, que si no me movía de ese lugar hubiera seguido soñando tal vez por la eternidad. Continué con mi camino, fingiendo que no pasaba nada, y con mi cabello rizado protegiendo la dirección de mis ojos, lo vi una vez mas, tan distraido como siempre, no se había dado cuenta que la fila ya avanzaba y el seguía parado en el mismo lugar.


Sonreí abiertamente y continué, ese no era momento para hacerlo volver a nuestro mundo.


Llegue a casa y mi preciosa Golondrina ya me esperaba en su lugar de siempre, ahora con frenos nuevos y un dinamo con faro que antes no tenia.

La acaricie y le conté en secreto al manubrio: no es tan malo caminar...



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